La piratería en la industria editorial no es igual a la de la música

20120618-135944.jpg
Foto vía: eBiblioteca

Hace ya algunas semanas tenía pendiente compartir con ustedes el artículo What To Do When Attacked by Pirates (¿Qué hacer cuando eres atacado por piratas?) publicado en The Wall Street Journal. En él, Rob Reid, autor del artículo, habla de algunos errores que la industria musical ha cometido en la lucha contra la piratería y que no se pueden, ni deben comparar con lo que ocurre actualmente en la industria editorial.

La revolución de la música comenzó en 1999 con la llegada de Napster y los archivos MP3; por su parte, la “revolución” del libro sólo comienza a ser visible con el lanzamiento del primer Kindle en 2007; sin embargo, esta revolución es mucho más noble que la que ha vivido la música. Los editores aprovecharon de inicio la oportunidad de vender a los “early adopters,” mientras que en el caso de la industria musical, las disqueras daban por hecho que los primeros consumidores serían exclusivamente aquellos que descargaban los contenidos en sitios pirata. Asumiendo a los consumidores como piratas, la industria musical perdió esa primera generación sin entender que estos realmente estaban dispuestos a adquirir de manera legal los contenidos, los orilló a su vez a descargar contenidos pirata y, lo que es peor, los acostumbró a adquirir los contenidos de esta manera.

Otro punto en contra de la música fue el costo elevado de los CDs. Con la llegada del MP3 los costos no sólo se abarataron, también fue posible que los usuarios llevaran más música a cualquier lugar; a pesar de esto o quizá debido a esto, las disqueras aún se negaban a ofrecer música vía internet, con lo cual sitios como el hoy extinto Napster tuvo gran éxito entre los usuarios, reportando a su vez grandes pérdidas a la industria y dejando que los usuarios se acostumbraran a descargar contenidos pirata. Cuando la industria musical se convenció por fin de ofrecer lo que el usuario demandaba, este ya estaba acostumbrado a descargar sin sentirse obligado a pagar a las disqueras por su consumo, hoy en día aunque los contenidos ya se encuentren a la venta, la piratería en la música sigue existiendo.

Curiosamente, el tema de la portabilidad de la biblioteca personal con cientos de libros en un sólo dispositivo, además del costo más accesible de los mismos, estuvieron entre los primeros atractivos y argumentos en favor del libro electrónico. A diferencia de la industria musical, la llegada del Kindle en 2007 vino acompañada con la oferta de best sellers y la posibilidad de que los lectores adquirieran estos libros de manera legal, es decir, de entrada el lector tuvo una oferta de contenidos para ser adquiridos legalmente, de entrada no fue necesario recurrir a la piratería. Desde luego y como lo explica Rob Reid en su artículo, la piratería de libros electrónicos surgió irremediablemente; sin embargo y aun cuando los editores intenten convencernos de lo contrario, el daño ha sido considerablemente menor y las perdidas no son tan importantes como las reportadas en la industria musical. Los lectores dueños de dispositivos de lectura, de hecho, ven en la piratería una opción que les hace perder el tiempo frente a la oferta de sitios legales. Un caso que en lo personal me gusta poner de ejemplo cuando se toca este tema es el ocurrido con un sitio pirata que ofrecía los libros de Harry Potter después de que estos se pusieron a la venta en formato electrónico en la tienda de Pottermore y del que hablé en el post Derribando mitos sobre los DRMs.

Si bien es cierto que a la industria editorial le ha tomado relativamente poco comenzar a pensar en el formato electrónicos, mientras que las disqueras se negaron durante años a dar este paso, creo que cometeríamos un error al generalizar lo que ocurre con las editoriales; no olvidemos que lo que sucede en los países desarrollados en materia del e-book no necesariamente sucede en los países menos avanzados, como es el caso de los países de América Latina, donde podemos ver que un gran número de editoriales aún no piensan en digital o comienzan a hacerlo de manera muy lenta, orillando a los lectores a buscar otras “opciones” para descargar los libros que desean leer, en este sentido o al menos en estos países es posible hacer una comparación de lo que ocurrió con la industria musical y los archivos en formato electrónico.

Lo que ocurre en la industria editorial es, ciertamente, una historia distinta a lo que ocurrió con la música, pero esto tampoco significa que no podamos aprender de los errores de otros. La industria de la música, con sus diferencias y particularidades, puede y debe convertirse en un referente al momento de tomar decisiones en el mundo del libro electrónico y satisfacer las demandas de los lectores.

Deja un comentario