Tomé un curso de lectura rápida y fui capaz de leerme ‘La guerra y la paz’ en 20 minutos. Creo que decía algo de Rusia.
– Woody Allen
En el último año y, quizá debido a las posibilidades de registro de lectura que nos brindan las pantallas (páginas leídas, tiempo de lectura de un artículo o un libro, horas de lectura en un dispositivo, etc.), en combinación con la gran cantidad de información a la que nos enfrentamos todos los días; cada vez vemos más apps para dispositivos móviles enfocadas en aumentar la velocidad de la lectura, como QuickRdr, Litz, Speed Reader o Spritz, por sólo mencionar algunos ejemplos, pero todas ellas asegurando aumentar tu velocidad de lectura y acelerar el potencial de aprendizaje, ya sea mediante la reducción de los movimientos oculares o cualquier otro método; sorprende incluso encontrar que apps que no fueron desarrolladas para este fin, comienzan a incluir en sus características la lectura rápida, como es el caso de Instapaper que en una de sus actualizaciones el año pasado integró precisamente esta funcionalidad; lo dicho, tanto que leer y tan poco tiempo.
Ya en algún otro momento cuestionaba sobre la utilidad de la lectura rápida, en ese entonces, una de las personas que me comentó ese artículo señalaba que parte de la comprensión lectora podría medirse con base en la velocidad de lectura de un niño. Yo no lo sé de cierto, diría Jaime Sabines, y no pienso ponerlo en duda; sin embargo, aunque la velocidad de lectura nos ayude a determinar el progreso lector de un niño que comienza a leer, dudo mucho que una vez superada esta etapa, la velocidad de lectura nos diga mucho, de hecho, como también lo he afirmado en otras ocasiones, hay lecturas que requieren avances distintos.
Y lo anterior me lleva a seguirme cuestionando, ¿cuál sería la verdadera utilidad aumentar la velocidad de lectura para leer todo lo que se nos presenta diariamente en blogs, redes sociales, libros, libros electrónicos, artículos de periódicos?, ¿el simple hecho de leerlo todo?, ¿leerlo todo y comprenderlo todo? Creo, que además de imposible leerlo todo, sería suicida, no es de extrañar que estemos hablando cada vez más del fenómeno conocido como “infoxicación”, entonces vuelvo a la pregunta ¿para que leerlo todo y rápidamente?, ¿qué hay de cierto en las supuestas bondades de la lectura rápida?
De acuerdo con Wikipedia, la lectura rápida es:
… una colección de métodos de lectura que pretenden aumentar los índices de velocidad de lectura, sin reducir apreciablemente la comprensión o retención del contenido leído.
Pero, ¿qué nos dice la ciencia a este respecto?, ¿es útil la lectura rápida y todas estas apps?, ¿es cierto que podemos incrementar nuestra velocidad de lectura sin perder la comprensión?
De acuerdo con So Much to Read, So Little Time: How Do We Read, and Can Speed Reading Help?, un estudio reciente publicado en el Vol. 17 No. 1 de 2016 de la revista Psychology science in the public interest, la respuesta es no. Como lo señala Elizabeth Schotter, psicóloga de la Universidad de California y una de las autoras del estudio:
La evidencia científica disponible demuestra que hay una relación entre la velocidad y la precisión, ya que los lectores que pasan menos tiempo frente al material de lectura, necesariamente tendrán una comprensión más pobre del mismo.
En el estudio se señala además que la lectura está basada en el lenguaje, es decir, que no se trata de un proceso exclusivamente visual y, lo que quizá es más interesante, los lectores a veces nos detenemos o regresamos una o varias palabras en el texto para replantearnos algo que no quedó claro, por lo tanto todos estos programas y apps que supuestamente pasan las palabras evitando que nuestros ojos se muevan y/o que nos regresemos, lo único que hacen es eso, aumentar nuestra velocidad de lectura, pero en ningún momento nuestra comprensión.
Para ponerlo de manera simple y como lo indican en el artículo de la Association for Psychological Science donde se habla sobre esta investigación:
Leer es una danza compleja entre varios procesos visuales y mentales, los estudios muestran que, de hecho, los lectores experimentados ya realizan una lectura rápida con entre 200 y 400 palabras por minuto. Algunas tecnologías de lectura rápida aseguran que ofrecen un apoyo extra al eliminar la necesidad de realizar movimientos oculares mientras las palabras son presentadas de forma rápida en el centro de la pantalla y en la que cada nueva palabra reemplaza a la anterior. El problema, como lo mencional Schotter y sus colegas es que el movimiento ocular representa no más del 10% del tiempo total que pasamos leyendo, además, eliminar la posibilidad de regresar y releer palabras y oraciones previas hace que nuestra comprensión empeore y no al contrario.
Pues ahí está, ya pueden ir borrando todas esas apps de sus dispositivos móviles que les aseguran que leerán más rápido y entenderán todo, paradójicamente, nos están robando el tiempo que bien podríamos estar utilizando en leer ese libro que no hemos podido abrir desde hace meses por tantas otras cosas que tenemos que leer.
Y ya para terminar, si insisten en la lectura rápida, prefiero quedarme con aquella que se realiza para los propósitos que nos explican en el Diccionario de nuevas formas de lectura y escritura (Santillana, 2013) y que nos habla de un repaso rápido para darnos una idea general sobre algún tema al que volveremos más adelante y con más calma a estudiar:
La lectura rápida la que se hace para buscar un dato concreto, como, por ejemplo, un nombre, una cita, una fecha, etc., que nos interesa conocer antes o después de comenzar una lectura. Se trata de echar un vistazo sobre el texto con un propósito específico. En realidad esta estrategia selectiva trata de analizar un texto muy rápidamente y en forma global para tomar de él algunos elementos y, al mismo tiempo, también resulta útil para buscar informaciones específicas en un texto que trata varios temas u observar la importancia del mismo.