Aún cuando el libro electrónico ya no es nada nuevo, a menudo existe la discusión sobre la superioridad del libro impreso frente al electrónico.
Entre los principales argumentos a favor del libro impreso se mencionan el tacto y/o el olor; sin embargo, pocos realmente saben que una ventaja real del primero sobre el segundo es, definitivamente, la propiedad. Cuando adquieres un libro físico, realmente lo estás adquiriendo; cuando “adquieres” un libro digital, sólo estás pagando por el acceso a un archivo con cualquier cantidad de restricciones, como el que no lo puedas prestar, revender o regalar e, incluso, no lo puedas llevar a un dispositivo distinto o respaldarlo.
Este post no busca entrar en la absurda discusión de cuál formato es mejor; los lectores asiduos a este blog conocen mi postura respecto a las distintas prácticas lectoras: estoy convencida que cada formato tiene sus ventajas y sus momentos. No por ello no se van a señalar los desafíos que enfrenta el libro electrónico y que hacen tambalear los derechos de los lectores en la actualidad, desafíos que se pueden resumir en la nula propiedad de los libros electrónicos, la privacidad de los lectores que utilizan dispositivos dedicados y/o apps de lectura para leer en digital, y el acceso que se ve limitado.
Lo anterior viene a colación porque Amazon anunció que eliminará la función de transferir y descargar libros Kindle a través de USB, de hecho, esta función ya no existe en los modelos más recientes. A partir del 26 de febrero sólo se podrán descargar los libros vía WiFi y, por ende, los usuarios no podrán descargar sus libros a una computadora para después transferirlos a un dispositivo de lectura diferente al Kindle.
Y aunque, como se comenta en The Verge, es probable que la mayoría de los usuarios utilicen la descarga vía WiFi, lo cierto es que la transferencia y descarga vía USB era una manera de respaldar los libros electrónicos que los usuarios “adquirieron” en Amazon. Lo que hace que el Kindle se vuelva un ecosistema aún más cerrado de lo que ya era.
Como podemos ver, con el retiro de esta funcionalidad Amazon nos deja ver una vez más que los libros electrónicos no son nuestros, no importa lo que hayamos pagado por ellos. Y digo una vez más porque no es la primera vez que la empresa realiza acciones que nos obligan a cuestionarnos no sólo sobre la propiedad de los libros electrónicos que adquirimos, sino también el de la privacidad, otro de los grandes talones de aquiles del libro electrónico.
Recordemos que en 2009 Amazon retiró de los dispositivos Kindle de sus clientes los libros Rebelión en la granja y 1984 de George Orwell pues no tenían los derechos de venta y argumentaron que por error habían sido publicados en la tienda de Amazon, como era de esperar esto hizo sonar las alarmas sobre los derechos de los lectores.
No conformes con lo anterior, en 2023 reemplazaron obras de Roald Dahl por versiones actualizadas y políticamente correctas. Es decir, Amazon se reserva el derecho de acceder al dispositivo Kindle de cualquier usuario y borrar toda su biblioteca si así le resulta conveniente.
Mi recomendación para quienes han adquirido libros para el Kindle: realicen el respaldo de sus libros antes del 26 de febrero; para la lectura digital prefieran ecosistemas abiertos, como es el caso del PocketBook; y por último, exploren servicios de lectura por streaming en donde, si bien tampoco están “adquiriendo” los libros, por una suscripción mensual pueden acceder a distintos títulos que sí, pueden desaparecer del servicio, pero todos estamos en el entendido de que se paga por el acceso y no la supuesta adquisición del archivo.