El derecho de acceso a la información y a la privacidad en la era del e-book

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Imagen vía: American Libraries

¿Se debe sacrificar la privacidad de los lectores en favor de un mayor acceso a los contenidos?

Una pregunta interesante que siempre queda en el aire cuando hablamos de libros electrónicos y, sin duda, una de las mayores preocupaciones actuales que tenemos todos aquellos que de una u otra manera nos involucramos con el tema del libro.

Hace algunas semanas publicaba en este espacio el artículo Derechos de los lectores en la era del libro electrónico, donde les hablaba de algunos pronunciamientos que intentan asegurar y garantizar los derechos del lector de libros electrónicos, derechos que en teoría deben ser los mismos que los del lector de libros en papel. En todos estos pronunciamientos es patente la preocupación por asegurar el derecho a la privacidad, así como el derecho de acceso a la información y contenidos; sin embargo, el día de hoy leo el artículo A Digital Dilemma: Ebooks and Users’ Rights, escrito por Deborah Caldwell-Stone para la revista American Libraries y que profundiza más en el tema desde el punto de vista del bibliotecario y su rol en el tema de préstamo de libros electrónicos.

Deborah Caldwell-Stone comienza hablando del acuerdo de OverDrive y Amazon que permite a las bibliotecas prestar los libros electrónicos de Amazon, acuerdo que en un principio fue celebrado y que, una vez pasada la euforia y analizado más a fondo, deja claro que pende de un hilo la privacidad del usuario. Las reglas de Amazon a grandes rasgos son las siguientes: el préstamo se realiza por un periodo y al cumplirse, Amazon envía notificaciones publicitarias a los usuarios donde les advierte que aunque el libro haya desaparecido del Kindle, si éste desea adquirirlo, Amazon reintegrará el archivo con las notas y marcas realizadas por el usuario. Aunque ya sabemos perfectamente que en esta época hablar de privacidad es casi imposible, con esta “letra pequeña” Amazon nos demuestra la cantidad de datos que guardan en sus bases.

Muchos podrán ver como pecata minuta el que los datos de los usuarios se conserven con fines comerciales si en el camino éste se ve beneficiado con el acceso a los contenidos y tiene la posibilidad de obtenerlos mediante préstamo bibliotecario (otro tema también pendiente en la era del libro electrónico); sin embargo, como bien lo menciona Deborah Caldwell-Stone en su artículo, el tema del préstamo bibliotecario de libros electrónicos da en la médula ética del quehacer de los profesionales de la información, quienes ante todo, debemos asegurar la privacidad del usuario, al mismo tiempo que permitirle el acceso a los contenidos.

¿Cómo empatar ambas cuestiones? Una encrucijada ética en la que pareciera que decidirse por una va en detrimento de la otra. Amazon no está poniendo el camino nada sencillo y para nuestra desgracia, no son los únicos.

Recordemos que en la era del internet, las bibliotecas utilizan en su mayoría servicios ofrecidos por proveedores comerciales quienes no aseguran tampoco mantener privados los datos. En el caso de una biblioteca dependiente de un organismo gubernamental, la cosa tampoco queda muy clara al momento de preguntarnos si dichos organismos utilizarán de alguna manera los hábitos de lectura y demás datos de nuestros usuarios.

La facilidad con la que actualmente se puede monitorear a un usuario, nos lleva al siguiente paso que es el de la censura, recordemos el tristemente célebre caso de Amazon borrando 1984 de George Orwell del Kindle sin aviso ni autorización de los usuarios de dicho dispositivo, usuarios que no está de más mencionar, habían adquirido por los medios legales el libro en cuestión, y aunque esto es ya bastante grave, los vendedores se reservan el derecho no sólo de borrar, sino también de corregir o alterar contenido que ya pertenece al usuario.

Si los bibliotecarios no estamos preparados y no conocemos las reglas del juego plagadas de “letras pequeñas,” será difícil asegurar la privacidad. En el camino sigue sin quedar resuelto el tema del acceso, afortunadamente en el artículo nos dan una pequeña luz de lo que podemos hacer para garantizar la privacidad de los lectores y usuarios de nuestras bibliotecas en la era del e-book:

Desde luego, tenemos que comenzar por conocer de qué se trata el asunto y, con base en ello, trabajar con proveedores que garanticen la privacidad de los usuarios. Establecer y actualizar políticas bibliotecarias, no sólo en nuestra biblioteca, sino también en los organismos bibliotecarios de cada país. No dudo que será un tema en el que habrá de picarse mucha piedra, pero es necesario plantar la cara y asumir el compromiso profesional para asegurar tanto la privacidad como el derecho de acceso a los contenidos.

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