¿Te has dado cuenta que no puedes comprar realmente un ebook? Seguro, cuando das click en el botón “Comprar ahora” en tu ereader, tableta o teléfono, se siente como una transacción impecable. Pero en el minuto que intentas compartirlo como lo haces con un libro físico, por ejemplo, prestándolo a un amigo, vendiéndolo a alguien más, donarlo a una biblioteca escolar o, incluso, leyéndolo cuando no estás conectado a la red, la realidad se impone. No puedes hacer nada de eso.
Uno de los inicios más brillantes y certeros que haya leído en un documento que hable sobre libros electrónicos, se trata The Anti-Ownership Ebook Economy: How Publishers and Platforms Have Reshaped the Way We Read in the Digital Age, un informe elaborado por Egelberg Center on Innovation Law & Policy de la NYU School of Law y publicado en julio pasado.
Mientras muchos centran la discusión en torno a la economía del libro electrónico a si es o no un libro, si huele o no a libro, si la gente está leyendo realmente o no cuando hay de por medio una pantalla; lo cierto es que estas discusión poco analiza aspectos que deben preocuparnos y ocuparnos cuando hablamos del libro electrónico:
- No existe propiedad del archivo una vez que un usuario lo ha “adquirido”, en realidad estamos pagando por acceder a su lectura, pero no podemos venderlo, regalarlo, prestarlo o, incluso, llevárnoslo a otra plataforma o aplicación de lectura si así lo deseamos.
- Privacidad de los datos del usuario que usa plataformas de libros electrónicos: qué libro compró, cuándo comenzó a leerlo, qué subrayó, qué anotó, qué pasajes compartió, cómo lo calificó y/o reseñó, lo terminó de leer o en qué página lo abandonó. Es mucho lo que se puede saber de un lector a través de su comportamiento en las distintas plataformas y apps de lectura y, aunque las bibliotecas garantizan la privacidad de estos datos e incluso no pueden recoger información en este sentido, no ocurre así con otros actores como las editoriales y los distribuidores. Quién hace uso de esta información y para qué se perfilaría a un lector o una comunidad de lectores, es sólo con un propósito de venta o podrían utilizarse para otros fines.
- ¿Por qué los libros electrónicos no entran en la Doctrina de la Primera Venta que dice que, una vez que el editor ha vendido un libro, no tiene ninguna injerencia respecto de lo que el comprador haga con ese libro? Recordemos nuevamente que con un libro impreso, el comprador puede prestarlo, revenderlo o regalarlo.
- Las dificultades que enfrentan las bibliotecas al tener que ceñirse a licencias y periodos de embargo pues las editoriales aseguran que el préstamo de libros electrónicos en las bibliotecas mina sus ganancias. Esto, desde luego, representa una amenaza a las bibliotecas como garantes de acceso a la información y el conocimiento.
- El DRM y la forma en que un libro electrónico es “encerrado” en un ecosistema, por ejemplo, cuando un lector “compra” un libro electrónico en Amazon, no podrá leerlo en ningún otro dispositivo o plataforma.
Este informe aborda de forma muy precisa todas estas cuestiones y para ello los autores entrevistaron a 30 actores involucrados en el mercado del libro: editores, agentes literarios, CEOs de plataformas de libros electrónicos, bibliotecarios e, incluso, abogados. En este sentido, resulta interesante conocer los diferentes puntos de vista que estos distintos actores tienen sobre el libro electrónico y son precisamente estos “puntos de vista” los que han moldeado el concepto libro electrónico, alejándolo del concepto de libro que por siglos hemos tenido, dando como resultado los alcances y limitaciones que amenazan su acceso, propiedad y uso.
Sin duda, resulta crucial la publicación de este informe en un momento en que las editoriales (las conocidas como Big Five: Penguin / Random House, Hachette Book Group, Macmillan, Harper Collins y Simon and Schuster) están demandando a Internet Archive por su programa de Préstamo Digital Controlado (CDL), del que ya también he hablado en uvejota.com. Sin duda, este es también un informe que debe llegar a más involucrados en el mercado del libro, no sólo a los entrevistados, sino a lectores usuarios de bibliotecas y, desde luego, a autores.